domingo, 4 de julio de 2010

Recuerdos de la Edad de piedra


Visité Stonehenge a finales de 1997. Desde que en el colegio escuché su nombre por primera vez, había tenido ganas de visitar ese misterioso conjunto megalítico de la edad del bronce. Latía en aquella época, presumo, mi curiosidad por las civilizaciones perdidas, por las ruinas de piedra así como por los monumentos de inspiración geométrica. Ya era un poco raro en esas fechas.

Aquel curso realicé un Máster en estudios europeos que me permitió pasar una temporada en el sur de Inglaterra. La estancia en Bath, ciudad famosa por las termas construidas en tiempo de los romanos, fue breve pero muy intensa. ¡Por fin una experiencia de campus universitario, la vida en torno a la cocina de la residencia y los campos de juego!

Esos tres meses fueron muy productivos: conocí gente de todos los continentes, escribí de madrugada varios trabajos acerca de los partidos políticos en Europa, gané un concurso de disfraces con ropa usada de los años 60, me destrozé los isquitobiales jugando al fútbol y me enamoré y desenamoré varias veces. Entre lo delictivo y lo cómico, probé por primera (y última vez) una suerte de tabaco típico de los países nórdicos que se coloca directemente entre los labios y las encías, aunque fue ésta una experiencia breve y poco afortunada, ya que a los cinco minutos me encontraba en la cama con la cabeza dándome vueltas.

Soy viajero perezoso y no suelo hacer muchas excursiones cuando me encuentro agusto en un sitio. Antepongo sobre todo el confort y la seguridad, que lo voy a hacer. Además, no soy muy dado a hacer planes que me saquen de mi rutina, que impliquen por ejemplo tener que madrugar. Aun así, la proximidad de Bath a Stonehenge era tan grande que no me costó mucho trabajo decidirme.

Sobre la excursión en sí, pocas cosas conservo salvo unas pocas fotos que me hizo mi acompañante en la aventura, un italiano llamado Riccardo, un librito de divulgación, y una camiseta con la imagen típica de las ruinas en fondo negro. ¿Me gustaron mucho los restos arqueológicos? Supongo que sí. En aquella época no me daba por escribir cuando iba a un museo o visitaba un monumento (bastante tenía con escribir los "papers" para el Máster), pero de la cara sonriente que observo en las fotos deduzco que disfruté mucho y que me quedé bastante impresionado al observar in situ esas moles de piedra que permancen de pie a pesar de todo el tiempo transcurrido.

Tras la estancia en Bath, dirigí mis pasos académicos a la ciudad de Siena, en la popular y admirada región de la Toscana. De la majestuosidad de las termas romanas pasé a la belleza de las construcciones medievales. En lo personal me hallaba en una especie de Edad de piedra, un periodo vital al margen de la escritura y de la reflexión: un época nómada, salvaje y libre, una época cuya intensidad era tal que felicidad e infelicidad se rozaban cada día varias veces.